Comentaba en la publicación pasada de esta serie 1 , que una de las cosas interesante del artículo de Michelson es que llamaba la atención sobre un aspecto de la liberación femenina que parece presentar cierta irregularidad. Esta «irregularidad» (o debería decir más bien incoherencia) la notaba la autora precisamente en uno de los campos en el que el feminismo ejerce su liberación precisamente, en el terreno sexual.
Es muy llamativo como es precisamente al campo de la sexualidad al que regresan una y otra vez las luchas, de liberación y de sujeción, de las féminas. Mas notorio aun es que históricamente este no es un campo de batalla de lo femenino estrictamente, sino por el contrario de todos. Hombres, mujeres y niños parece que tenemos que medirnos en este terreno para definirnos. Es en ese espacio, el sexual, donde aparentemente la patología se desata y es también por ende, el origen de todos los males y, a su vez, el lugar a donde debe darse la batalla por recuperar la salud. En un post de la sección de «consultas de ascensor» comentaba, haciendo una revisión de la historia de la psicología y la psicoterapia que ya en siglo II, Galeno había «descubierto» que esa extraña enfermedad llamada histeria tenía su causa en la inhibición sexual femenina, por lo que la cura estaba en la prescripción de sexo a rajatabla (más coito en casa para las mujeres casadas y casarse las solteras, para tener acceso a la «medicina»). Dieciocho siglos después, Freud volvió a desenterrar estas causas sexuales de la patología (¡aun habitando el cuerpo de las mujeres!) solo que esta vez se percató de que en el sexo está no solo la causa de la histeria, sino la causa primera y suficiente para la movilización y el desarrollo saludable y hacia la enfermedad de la psique en su totalidad. En este punto habría que hacer una salvedad que nos rescate más adelante. En realidad lo que hizo de Freud un verdadero innovador, la perspectiva realmente revolucionaria, es una que fue captada por pocos y que no fue correctamente asimilada sino tras muchos esfuerzos, que continuaron aun después de la muerte de Freud. Esta gran innovación se refiere a la diferenciación entre sexo y sexualidad. La diferencia más importante entre la teoría de Galeno y la de Freud tantos siglos después, es que la de Galeno suponía la causa eficiente de la cura en el sexo per se y no en el sexo en su valor simbólico; esto es, el gran paso en el sistema de Freud está en desplazar la importancia del sexo hacía lo que el sexo significa, o mejor dicho, con lo que el sexo es capaz de conectarnos. Este aspecto tan complicado de la teoría freudiana fue, y sigue siendo, no solo difícil de entender para los seguidores y lectores de Freud sino que para el mismo Freud se le hizo una creación que en ocasiones lo adelantó hasta a él mismo.
En un principio, para el momento de la publicación de sus Estudios Sobre la Histeria (1895), Freud suponía que la causa de los trastorno histéricos estaba en eventos traumáticos producto de «episodios de seducción» o de abuso sexual sufridos en la infancia. Sabemos que tan solo dos años después de su publicación sus investigaciones le habían hecho evidente que en realidad estos eventos traumáticos, esos episodios de abuso sexual que explicaban la patología, sencillamente no habían ocurrido.2 Sin embargo, lo que parecía un inmenso revés significó en realidad un trampolín que ayudó a Freud a abrir las puertas a unos desarrollos mucho mayores. De la explicación médica que buscaba la causa eficiente de la patología en un evento puntual de naturaleza sexual, pasó al descubrimiento del efecto de los mecanismos de simbolización y la fantasía. En este momento se abrió la posibilidad de encontrar explicaciones causales estrictamente psicológicas para los trastorno psicológicos. 3
De hecho, en este aspecto principalmente está la dificultad que hizo interpretar como teorías en competencia a aquellas que significaban un salto a una concepción más claramente simbólica (que fue lo que terminó por sugerirle Jung, sugerencia que le costó la expulsión de la recién fundada Asociación Psicoanalítica Internacional) así como la posibilidad de que este «símbolo» podría intercambiarse por algún otro (como fue el caso de Adler que proponía el concepto de «poder» en lugar del sexo y que de igual manera, le significó la expulsión de los círculos psicoanalíticos). Freud no estaba listo aun para llevar a sus últimas conclusiones las premisas teóricas que él mismo había creado.
La tarea, aun inconclusa, es la de repensar estos elementos, el de la sexualidad en este caso, que parecen haberse quedado estancados en el tiempo, anclado eternamente, como la piedra se Sisifo a una realidad muy concreta, y sin capacidad de ejercer su potencial simbólico. Para esto en principio hay razón, y se trata de una razón muy válida. El sexo es con mucho, la expresión más concreta posible de nuestra «animalidad». El sexo es la concreción más absoluta posible de los deseos, de la necesidad de contacto, de relación, de expresión de eso otro tan sublime que llamamos «amor» y que no parece poder definirse con claridad nunca, aunque por otra parte, nos queda muy claro cuál es la acción que hay detrás de eso que llamamos «hacer el amor». No podemos decir que es el amor, se nos escapa a la consciencia, pero podemos hacerlo sin ni siquiera tener que pensarlo.
No olvidemos que todas estas visiones, todas estas explicaciones, desde Galeno, pasando por Freud y hasta nuestros días, refieren a una historia dentro del pensamiento científico y más aún, del pensamiento moderno.
y ¿por qué precisamente el sexo?, ¿y porque recae sobre la mujer?. Abordaremos esto en un post más adelante
- El que se presenta aquí es el segundo artículo del foro de Viral-Mente a propósito del artículo La Esclavitud de Follar de Constanza Michelson. El primer artículo fue: Parte I: El Feminismo y su sexualidad: ¿es el freelove una carcel? ↩
- Se puede encontrar un poco más sobre este tramo de la historia del psicoanálisis en el articulo FREUD y el Psicoanálisis: “La psicología del inconsciente” (2) de Fran Lebon ↩
- De hecho, gracias a estas constataciones y a la valentía del propio Freud en desandar lo andado, y aventurarse, de acuerdo con la información que ahora tenía, a explicaciones basadas en causas «puramente psíquicas» que el psicoanálisis pudo despegar como una ciencia independiente y desarrollar elaboraciones como los fenómenos de transferencia. Con estas modificaciones Freud pudo encontrar en estas «confesiones», reportadas como eventos reales por sus pacientes, más la influencia del analista sobre la elaboraciones de su paciente (lo que se tradujo en cambios en la técnica exigiendo una actitud mucho más acética por parte del analista en el proceso) y una necesidad inconsciente de ésta por «complacerlo». ↩