La sombra en la pareja

Cuando hablamos de amor o de enamorarnos la referencia nos invoca solo sensaciones positivas. El amor es un sentimiento muy agradable y tenemos la idea de que los aspectos que nos hacen sentir atracción por otra persona son siempre positivos. Sin embargo, una característica marcadamente obvia del amor es que los aspectos positivos que vemos en el ser amado a veces no son visibles para los otros y en ocasiones queda claro que se trata de atributos que no están ahí del todo. Así que, aun cuando el enamorado enuncia unas razones para su enamoramiento, nos es claro que estas no pueden ser la causa verdadera del amor. Pareciera que el mismo amor del enamorado pone sus causas allá, en el ser amado, y no al contrario.

Amor ciego

Además del hecho de que aquello que el enamorado ve parece ser invisible a los ojos de los demás, también es cierto que se da el fenómeno contrario: hay aspectos del objeto de amor del enamorado que son negativos y muy salientes y que el enamorado parece sencillamente no ver. Decimos que el amor es ciego. El enamorado ve en el objeto de su amor aspectos que para los otros son completamente invisibles y deja de ver otros que nos parecen evidentes. El enamorado encuentra en su amado una persona cariñosa y atenta, cosa que los demás no ven. Por otro lado no parece darse cuenta de lo feo que es, cosa que es evidente para todos aquellos que no se encuentran bajo el influjo amoroso.

Si analizamos con más detenimiento, terminaremos concluyendo que el enamoramiento reclama una unión con unos aspectos del otro que son sencillamente «invisibles» a la consciencia del que no está enamorado. Por otro lado, pareciera que el amor enceguece a la consciencia y nos revela que un rango de nuestras elecciones, algunas muy importantes, como la elección de pareja, en realidad están signadas en principio por aspectos inconscientes, siendo imposibles de explicar a través de la consciencia que no consigue verbalizar la razón y que directamente se ve en necesidad de «inventarse» estas razones para hacer coincidir la consciencia con su elección (inconsciente).

El enamorado está completamente claro de que está enamorado, lo que no puede explicar es el porqué.

El amor y  la falta

Otro aspecto del amor que de pronto parece que se nos escapa es que es una apetencia que, todos podemos estar de acuerdo, encuentra en el amado algo que nos falta: «Eres mi media naranja», «tú me completas», «eres mi alma gemela», «mi otra mitad», todas son expresiones que reflejan esa sensación de incompletud que hacen a ese otro tan necesario. Esto es decir que el amor señala nuestra falta y esta falta no es puramente biológica. No responde el amor, como muchas veces queremos hacernos ver a nosotros mismos (y como el mismo psicoanálisis pudo creer en sus inicios) con una pura necesidad sexual. Por eso no nos sirven otras parejas sexuales para quitar esa sensación de falta del ser amado, no se trata nunca solo de que «es muy buena cama». Nos enamoramos por las cosas que nos faltan a nosotros mismos y que inconscientemente encontramos en el otro. Necesitamos ese otro que «nos completa».

Nos enganchamos al otro por nuestra sombra

Sabemos entonces que las razones de nuestro enamoramiento nos son desconocidas, son inconscientes, y que responden a una carencia, una falta que el otro viene a completar. Suponemos que todo esto que nos falta, lo que vamos a buscar en el otro que nos señala el amor, es siempre positivo y bueno: «yo siempre necesité una mujer que me cuidara como ella lo hace» o «siempre me hizo falta una persona decidida que me ayudara a cumplir mis metas personales como lo hace él». Sin embargo, muchas veces, estos aspectos están en carencia, precisamente porque, decimos los junguianos, están en sombra, que es decir que son aspectos poco desarrollados y fuera de la consciencia.

Si bien en el enamoramiento hay una cantidad de aspectos positivos y edificantes que se consiguen en el otro y que son los que mantienen la relación. También hay una cantidad mayor o menor de «ganchos» de sombra que nos unen al otro. Nos enganchamos al otro por nuestra sombra y así como en nuestra vida privada la sombra nos mete en todo tipo de problemas, sometiéndonos al destino de tropezar con la misma piedra una y otra vez, la relación amorosa se volverá también otra piedra más con la que tropezar.

El psicoanálisis cuenta varios ejemplos de pares arquetípicos que se enganchan por su sombra siendo prototípico el de la histérica y el obsesivo (ella no es capaz de conectar con su deseo y él se queda enganchado en el «loop» infinito, compulsivo, de tratar de encontrarlo), pero en realidad, hay muchos ejemplos cotidianos con los que podemos relacionarnos fácilmente:

El hombre que tuvo una madre deprimida, distante y abandonante. Teniendo en sombra la feminidad amorosa y deseante busca a una mujer emocionalmente demostrativa, sexualmente muy expresiva, quizás más de lo que le conviene. El exceso que necesita para compensar en su nueva pareja se le convierte luego en un problema porque el exceso de efusividad se vuelve inestabilidad imposibilitándole llegar a lo que siempre quiso, una relación amorosa y contenida.

La mujer que vivencia lo masculino como amenazante y se empareja  con el hombre bonachón y afable con el que luego se sentirá molesta porque siente que le falta pasión, ambiciones y «garra», es aburrido y la hace sentir desprotegida.

Por lo general la sombra que enlaza a los amantes no es tan fácil de ver, la psique nunca es tan simple. Hace unos año supervisé el siguiente caso:

Una modelo bastante conocida en los medios para ese entonces, asistía a consulta con mi supervisando porque se encontraba incapaz de terminar una relación extramarital que mantenía con el mejor amigo de su esposo. Ella aseguraba que las cosas no estaban mal en su matrimonio, y aunque no quería seguir con sus encuentros eróticos, no conseguía la manera de evitarlos. La relación que mantenía con su amante se le presentaba un poco como un sinsentido. Consistía la relación mayormente en encuentros sexuales en los que por otra parte parecía haber poco eros. No había una pasión que ella pudiera identificar como amorosa que mantuviera la relación y los encuentros sexuales por su parte, aunque eran satisfactorios, la consultante no encontraba en ellos, por si solos, una razón para repetirlos.

Solo un análisis de varios años permitió develar la urdimbre inconsciente que tejía este destino en que parecía encontrarse presa la consultante. Esta mujer, muy bien parecida y simpática, había sentido desde niña una necesidad insatisfecha en casa de recibir atenciones y amor. Sus encantos no parecían funcionar en los miembros de su familia nuclear. Por otra parte, y dado su aspecto físico tan atractivo y carácter sociable era abordada desde muy temprano tanto por hombres que tenían un interés amoroso por ella o por mujeres que tenían interés en estar cerca de ella. Esto determinó que desde temprano en su adolescencia desarrollara una actitud precavida y en ocasiones suspicaz frente a los ofrecimientos afectivos de los demás. Sus propios aspectos vulnerables, necesitados de protección afectiva cayeron por ende en sombra. Ella no podía ser una mujer frágil o ingenua. Sus posibilidades para la búsqueda amorosa estaban más bien resumidas en el perpetuo «no» que constantemente daba a los otros para protegerse. Más que preguntarse por sus propios deseos y necesidades, ante cada nuevo pretendiente su pregunta era «¿tendrá buenas intenciones conmigo?»

Llegado el momento de elegir carrera, la profesión de modelo parecía la única opción realmente válida para su vida. Tenía muchísimas aptitudes para ese tipo de trabajo y prometía ésta ser una carrera que le asegurara una provisión permanente de aquello que siempre había necesitado de niña: atenciones, miradas deseantes y amor y que de paso estaba inscrita dentro de una reglas (contratos, leyes, etc) que le permitían depender sin caer en la posición de vulnerabilidad que tanto temía.

No se equivocaba con respecto a sus aptitudes para este tipo de trabajo ya que rápidamente fue adquiriendo notoriedad. Pero mientras más se desarrollaba su carrera más aumentaba la exigencia de enterrar sus vulnerabilidades. Su belleza era ahora bien de intercambio comercial, tenía que hacer «el mejor negocio posible con su imagen». Poco a poco el amor que llamaba su belleza fue cayendo cada vez más en sombra, como un aspecto indeseable y frágil, transándose todo en función del poder.  A su vez, al volverse una figura pública en tiempos de la liberación femenina, recibía aún más presión por ser una mujer fuerte e independiente.

En la cúspide de su carrera entró en su vida el que luego sería su marido, un hombre de negocios,  bastante obsesionado con el éxito. Cuando él la conoció, ella le resultó una pareja ideal como una mujer que «representaría» correctamente su rol dentro de una vida de éxitos. Sería la perfecta conquista. Ella con sus elementos de eros ya bien cubiertos por varias capas represivas, encontraba perfectamente válido a este pretendiente: un hombre exitoso que se deshacía en atenciones, la llenaba de regalos y declaraciones amorosas. Para este entonces la consultante se encontraba incapacitada ya para reconocer el amor en los otros o en sí misma. Por esos tiempos ella decía que «el amor era un invento para engañar a las niñas tontas». Por otra parte se sentía que finalmente era atendida y amada con pasión por un pretendiente digno. Él había encontrado la princesa para su reino. Al tiempo de llevar una relación sentimental sin contratiempos decidieron casarse

El matrimonio iba bien como relación, aunque no propiamente como matrimonio. Ella empezó a sentir que el amor y las atenciones que la arropaban en su relación en un principio, fue mudando a un requerimiento constante de mantener su «mascara social». La misma exigencia que recibía de sus fans y agencias de modelaje: ser «perfecta», las recibía ahora también en casa con su esposo, que veía en su mujer un objeto valioso, pero un objeto a fin de cuentas. La relación que en un principio parecía ser estrictamente amorosa entre dos almas gemelas, de pronto se reveló como una relación de poder, donde ella se veía obligada a ser quien él quisiera que ella fuera, mientras él a su vez quería que ella siguiera siendo «esa con la que se casó». Sus elementos de sombra, el amor, la vulnerabilidad, y el fracaso venían ahora a perturbar sus vidas personales y su relación.

En una relación con el eros en sombra, que funcionaba muy bien como contrato social, en la intimidad dejaba un vacío amoroso que fue llenándose de poder. Ella, ya no era capaz de mostrarse vulnerable, ni siquiera dentro de la intimidad de una relación matrimonial. En las infidelidades de esta mujer, en sus actos sexuales con el amigo de su esposo, lo que había finalmente era un reclamo por no ser amada como se le había prometido y también una declaración: «yo no soy tuya, tú no tienes poder absoluto sobre mí». También había una reproducción de una emoción que llenaba un poco la falta de sentimientos amorosos. El jugar con lo prohibido le proporcionaba también sensaciones que se volvían el mejor sustito disponible del amor. En lugar de emocionarse por el contacto íntimo con el ser amado, había la emoción de no saber si ese día sería descubierta por su marido en pleno acto sexual.

Lo que no se hace consciente se vuelve destino decía Jung. Los elementos de nosotros mismos que se mantengan en sombra se presentificarán en nuestra vida de una forma o de otra, obligándonos a ocuparnos de ellos. La relación de pareja es uno de esos espacios donde la sombra no trabajada se hará destino y «aquellos que solo tienen disposición para vivir en pareja un prolongado idilio pronto terminarán en divorcio» (Campbell, 1988)

Nos dice Guggenbühl-Craig en su libro Marriage: Dead or Alive (Matrimonio: Vivo o Muerto) que en realidad a la relación de pareja no se va tanto a saciar un ansia, a completarse y a descansar, como a desarrollarse.

El matrimonio se nos presenta al día de hoy muchas veces como la llegada al puerto, el fin del viaje. Eso es un error porque si algo que nos une al otro es nuestra sombra, entonces vamos a nuestra pareja a confrontarnos con esa sombra precisamente. Paradójicamente, la relación que tengamos con la propia sombra, va a signar en buena medida la relación que tendremos con ese otro que hemos escogido para hacer vida. También esa relación determinará en buena medida si la relación tendrá posibilidades de desarrollarse o si por el contrario terminará en una separación. También por eso es que hay una especie de conocimiento común que nos hace saber que las relaciones que comienzan con mucha intensidad, probablemente terminen en fracaso. Siendo que la energía que las enciende viene de la potencia de la sombra, esa pasión inicial, aunque aparece en su aspecto positivo, suele signar la carga de sombra con la que luego tendrán que lidiar los enamorados. También a este aspecto pertenece la idea de que el matrimonio es aburrido o pesado. Cuando la relación se estabiliza, la relación se hace más íntima, el trabajo con la sombra se hace obligado y es más intenso.

Podemos  dar una lectura al mito de Edipo desde esta perspectiva del encuentro con lo sombrío que nos dé algunas luces, ya que después de todo, Edipo es un ejemplo trágico de aquel que va al matrimonio a confrontarse con sus sombra.

Tras conocer los designios del oráculo «mataras a tu padre y desposarán a tu madre» (Este es el oráculo de Edipo pero en la historia personal de cada uno puede tomar diferente forma y motivación: temor al fracaso, a no ser amado, a la agresividad, a la infidelidad) Edipo se decide a evitarse este destino que le ha sido vaticinado. Toma entonces una decisión consciente de huir de esta sombra a como dé lugar. Su resolución es férrea y no permite que ningún obstáculo lo prevenga de alcanzar sus objetivos, no cesará en sus intentos avanzar en el camino que lo aleja de su reino, peleando y aniquilando a cualquiera que se anteponga en su camino, así sea un rey.

Una vez ha llegado a Tebas se comporta heroicamente, afronta sus miedos y vence a la esfinge con su poderoso intelecto. Accede así a su premio, un reino y una hermosa reina como esposa (en el caso de cualquier mortal hablamos de ir estudiar en la universidad, luchar por la promoción en la empresa, comprar una gran casa, un vehículo de lujo y hacernos de la mejor pareja posible). Solo después descubrirá Edipo que lo que pensaba que era el final de su viaje era solo el comienzo de la confrontación con lo más oscuro de sí. Cuando creía que ya había llegado a puerto seguro y solo le esperarían años tranquilo no era sino el principio de la confrontación con su propia sombra. En su afán de alejarse de casa, había aniquilado, confundiéndolo con un «obstáculo en su camino» a su propio padre. Luego su resolución, a través del intelecto del problema de la esfinge (la confrontación con el horror del incesto) lo llevó a desposar a su propia madre.

Solemos comportarnos precisamente como Edipo, imponemos nuestras propias soluciones intelectuales a nuestros problemas: «cuando consiga ese cargo estaré bien», «cuando termine de pagar la casa estaré listo», «por fin voy a casarme, se terminaron los altibajos emocionales», «ya he conseguido el verdadero amor, todo estará bien». Solo al final Edipo se dará cuenta que la pretendida solución a sus problemas ha sido ineficaz para lo que pretendía solucionar, de la misma manera nos encontraremos con que lo que parecía ser la solución a nuestras dificultades es en realidad el comienzo de las mismas. Cuando trabajamos solo desde la consciencia típicamente tendemos, como Edipo, a pavimentar el camino del destino sombrío. Trabajando desde la consciencia unilateralmente, nos encontramos en un Hybris que es castigada por los Dioses. La hybris intelectual de Edipo es castigada haciendo que cada paso que da para alejarse de su destino es uno que lo lleva directamente al lugar del que trata de huir.

Muchas veces intentamos encontrar todas las soluciones en la consciencia, sin enfrentarnos a nuestra sombra, establecemos planes, nos buscamos la pareja perfecta para preservarnos de un destino en particular, nos hacemos reglas como «nunca nos vamos molestos a la cama» y algunas veces hasta vamos al psicólogo buscando «herramientas», soluciones técnicas, ejercicios que nos permitan seguir avanzando desde la consciencia exclusivamente. Solemos tropezar entonces con la misma piedra que pretendemos evitar y encontramos, justo dentro de la relación matrimonial, la repetición de aquel destino con el que no nos hemos relacionado adecuadamente y que por ende, sigue actuando desde nuestro inconsciente.

David Alfonzo


Referencias dentro de este post:

Guggenbül-Craig, A. (2001) Marriage: Dead or Alive (Stein, M. Trans). Spring Publications. Canada

Campbell, J. (1991/2017) El Poder del Mito. Capitan Swing Libros S.L (Kindle Edition)

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